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25/03/2020, CUATRO RAYAS
La historia de nuestra cooperativa está cuajada de momentos en los que ha demostrado su enorme capacidad para hacerse fuerte ante las dificultades; y es que −quizá− su espíritu luchador le venga de cuna, si tenemos en cuenta sus propios orígenes.
La historia es bien conocida: Bodega Cuatro Rayas nació como Bodega Cooperativa de La Seca en 1935, en una España inmersa en la incertidumbre de una inestabilidad política que derivaría tan solo un año más tarde en una Guerra Civil. Las familias viticultoras que tenían sus viñedos en el entorno de la pequeña localidad vallisoletana de La Seca − animadas por el doctor del pueblo, Fermín Bedoya – decidieron agruparse y formar una cooperativa que les permitiera sacar el mayor partido posible del trabajo en las viñas. El concepto era simple: unidos, no solo serían más grandes, sino mucho más fuertes.
Tan solo tres años más tarde, sumidos de lleno en el conflicto nacional, los padres y abuelos de nuestros socios hacían una apuesta osada: unificaron los vinos producidos en sus casas en grandes tinos de hormigón para poner a la venta de manera conjunta el vino de todos. Cuenta la leyenda de esta añada fundacional, que la mezcla de más calidad resultó ser la del depósito número 61, y que −precisamente por ello− de él tomaron el nombre de su primera marca en el mercado vinícola: el ‘Fino 61’ que ha llegado a nuestros días como ’61 Dorado’. La familia ‘61’ ha crecido en los últimos años y actualmente aglutina referencias no sólo de vinos generosos (Dorado y Dorado en Rama), sino también Frizzante y dos variedades de Vermouth a base de uva Verdejo y Tempranillo.
Por aquel entonces el vino se ponía a la venta a granel −el primer embotellado no se llevaría acabo hasta la década de los ‘50− tanto para su venta directa como para su distribución: los vecinos acudían con cántaras de vidrio para adquirir el vino de la casa y bocoyes −grandes barricas de madera− cargados del producto de la cooperativa viajaban por tren hasta otras regiones para hacer llegar el vino generoso de La Seca a muchos otros lugares.
Hasta hoy teníamos constancia de la comercialización de nuestros vinos en esta época fundamentalmente con el norte de España, pero a veces las casualidades nos reservan sorpresas que nos descubren mucho más sobre la intrahistoria de nuestra bodega.
Recientemente un vecino de nuestra localidad, aficionado al coleccionismo de sellos, encontraba en una feria filatélica un sobre muy especial. El matasellos nos remite a 1943 −punto de inflexión de la II Guerra Mundial− y se envió a la atención de una dirección postal de Ginebra, en Suiza. Lleva impreso el emblema de la cooperativa así como el de su marca: ’61 Amontillado Fino’.
No sabemos si el paquete llegaría con éxito a su destino, ya que los numerosos sellos y visados de este documento nos hablan de que fue intervenido por las autoridades nazis, pero sí nos permite tener constancia de la osadía y fuerza emprendedora de nuestros cooperativistas incluso en momentos de enorme inestabilidad política y económica.
Un argumento más para animarnos a mantener vivo nuestro espíritu de trabajo y esfuerzo en las etapas menos dulces para seguir haciendo llegar como siempre nuestros productos a los clientes en las mejores condiciones.
Otro motivo para poder afirmar con seguridad que #todoirábien.